La respiración de ambos se mezclaba con el sonido seco de los golpes, una guerra sin vencedores, sólo marcas.
—¡ESE CUERPO DELICADO QUE DEVORÉ CON HAMBRE ANIMAL ES MÍO, MILLER! —escupió César, las palabras como veneno y una sonrisa torcida de escarnio en el rostro ensangrentado—. ¡GEMÍA COMO UNA PERRA EN CELO, LADRANDO MI NOMBRE MIENTRAS SE VENÍA PARA MÍ!
Soltó una carcajada, loco, provocador, buscando ver a Thor perder por completo la cabeza.
—¿QUIERES SABER ALGO? ¡LLORABA… LLORABA DE PLACER BAJO MÍ!
—¡MALDITO HIJO DE PUTA! ¡VOY A ACABAR CONTIGO POR HABLAR ASÍ DE MI MUJER! —rugió Thor, la voz cargada de odio, salida de las entrañas.
Los cuerpos chocaron con violencia. Los puños volaban con brutalidad animal. El golpe sordo de los huesos alcanzados retumbaba en la noche. La sangre de César brotaba de la nariz rota, y aun así él reía, desquiciado.
—¡Eso, Miller! ¡Demuestra que tengo razón! ¡Piensas sólo con la entrepierna! —provocó César, escupiendo sangre en el rostro de Thor.
De pron