Isabela amenazó:
—¡Voy a llamar a seguridad!
—Llámala, preciosa, ¿sabes por qué? —Zoe le dio otra palmadita suave, soltándole el cabello con elegancia—. Porque soy una dama. Solo te estaba ayudando a arreglar ese peinado horroroso que insistes en llevar.
—¡Estás loca! —Isabela dijo, acomodándose el pelo, roja de rabia y vergüenza.
—Loca por proteger a quien amo. Loca por dar unos golpecitos discretos a la gente venenosa. Y loca por no perder el tacón —Zoe guiñó un ojo, llena de encanto—. Anda, vuelve al salón y sigue fingiendo que eres relevante. Y, por favor, la próxima vez que quieras provocar a Celina, intenta ser creativa, porque eso de la modelo ya está más viejo que ese vestido tuyo de colecciones pasadas.
Zoe chasqueó los dedos en el aire, como quien cierra un capítulo.
Isabela resopló y se fue, pasando junto a Celina sin mirarla.
Celina, aún sorprendida, miró a Zoe con una mezcla de shock y diversión:
—Estás completamente loca.
Zoe se acomodó el vestido y respondió, orgullosa: