El despertador sonó suavemente, pero Celina ya estaba despierta. Por primera vez en semanas, había dormido bien, sin sueños turbulentos ni náuseas intensas. Se sentía más ligera, como si la noche anterior hubiera aliviado parte del peso que llevaba sobre los hombros.
Se estiró, cogió el móvil y vio un nuevo mensaje de Gabriel en la pantalla.
«Buenos días, preciosa. Que tengas un viaje increíble. Y que vuelvas pronto para poder verte de nuevo».
Celina sonrió sola, sintiendo un agradable calor en el pecho. Respondió con un simple «¡Gracias, Gabriel! Hablamos luego», y se fue a bañar.
Después de arreglarse, tomó un medicamento para las náuseas, una precaución esencial para el largo viaje a Dubái. Bajó las escaleras y encontró a Tatiana en la cocina tomando jugo.
— ¿Has dormido bien? —le preguntó su amiga, entregándole un vaso de zumo de melocotón.
— Por primera vez en mucho tiempo —respondió Celina, sentándose a la mesa.
— Debe de haber sido por influencia del cantante guapo —brome