Tatiana acarició con ternura la barriga de Celina.
—Estos bebés ya empezaron la vida siendo amados por todos nosotros.
Algunos minutos después, el teléfono de Celina sonó. Era Gabriel.
—Estoy aquí en la recepción. Puedes bajar, Cel.
—Tati preguntó si quieres subir un rato —dijo Celina.
—No voy a subir, Celina, porque aún necesitamos ir al supermercado.
—Está bien. Ya bajo.
Con la maleta en mano, Celina bajó junto a Roberto y Tatiana. Al ver a Gabriel, sintió el pecho calentarse. Él sonreía, con las mejillas enrojecidas por el frío y los ojos brillantes.
—¡Hola, Gabriel! —dijo ella, acercándose.
—Hola, muchacha de los ojos casi felices. Bienvenida a nuestra nueva vida.
Roberto estrechó la mano de Gabriel con firmeza.
—Cuídala, amigo. Ella es preciosa.
—Puedes estar tranquilo, Roberto. Voy a cuidarla. Palabra de honor —respondió Gabriel.
—Te deseo solo cosas buenas, Gabriel —dijo Tatiana, abrazándolo.
—Gracias, Tatiana. Digo lo mismo para ustedes. Que tengan un buen viaje —respondió él,