Arthur la abrazó con ternura y le abrió la puerta del coche. En el trayecto hacia la facultad, conversaron sobre el día difícil que ella había tenido.
Arthur sostuvo con suavidad la mano de Zoe mientras conducía. La miró de reojo: ella tenía los ojos fijos en la ventana, claramente afectada.
—Zoe… sé que Thor estará insoportable estos días —empezó él, con voz serena—. Pero él siempre reacciona así cuando se siente rechazado. Se cierra, se convierte en un jefe duro… como si necesitara controlar todo porque perdió el control de lo que de verdad importa.
Zoe suspiró sin apartar la vista del cristal.
—Lo noté… hoy llegó a despedir a tres personas, Arthur. Sin siquiera pestañear. Te lo juro, está insoportable.
—Lo sé —asintió Arthur—. Y seguirá siendo insoportable por un tiempo. Pero escucha lo que voy a decirte: ten paciencia. Haz tu trabajo como siempre, impecable… y, por favor, evita mencionar el nombre de Celina delante de él. Ahora es como una herida abierta.
Zoe por fin giró la cabez