Celina se escondió en la suite, jadeante. El corazón le latía tan fuerte que temía que Thor pudiera escucharlo desde la planta baja.
Mientras tanto, Thor seguía golpeando la puerta.
—¡Celina! ¡Necesitamos hablar!
Roberto abrió, intentando contener al hombre exaltado.
—Amigo, ella no está aquí.
Thor empujó la puerta y entró sin miramientos.
—¡La están escondiendo! —gritó, recorriendo los rincones con los ojos encendidos—. ¡Celina! ¡Escúchame, por favor!
Tatiana bajó las escaleras con postura firme.
—Thor, ella no está aquí. Nos estamos mudando. Mañana partimos a Suiza. Mira alrededor —señaló las maletas.
Él no creyó.
—Están mintiendo.
Thor subió corriendo, entró en el antiguo cuarto de Celina. La llamó a gritos, abrió puertas, revisó cada rincón. Llegó a otra habitación. Ninguna señal. Cuando iba a abrir la puerta de la suite, vio los portarretratos con fotos de Tatiana y Roberto. Entonces cayó en la cuenta de que estaba invadiendo la intimidad del matrimonio, irrespetando aquel hogar,