Mientras esperaba, Celina puso algunos videos para ver. Era una entrevista sobre maternidad, pero su mente vagaba. Estaba a punto de embarcarse hacia un nuevo destino —físico y emocional. La ligereza venía acompañada de temor, pero también de una firmeza que nunca había sentido antes.
Minutos después, el celular vibró. Era Gabriel.
Celina contestó con una sonrisa:
—¿Tú no descansas nunca?
Del otro lado de la línea, él rió con ese encanto que ya se volvía familiar.
—Estoy aprovechando los últimos momentos con mi familia. Estoy preparando el desayuno para mis reinas. Mañana ya me voy, ¿no? ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?
—Bien —respondió con sinceridad—. Los bebés están colaborando, no tengo náuseas. Creo que decidieron darme una tregua hoy.
Gabriel rió otra vez.
—Ellos saben que su mamá necesita paz para empezar una nueva etapa. Lo sienten. —dijo con cariño.
Celina no pudo evitar sonreír. Aquella voz al otro lado de la línea era un consuelo inesperado.
—Hoy ya viajo —dijo ella—. Roberto y Tat