Tatiana guardó silencio unos instantes después de que Celina terminara de desahogarse. Había tantas emociones mezcladas allí —dolor, miedo, arrepentimiento, rabia y, sobre todo, amor. Observó a su amiga frente a ella: tan fuerte y tan herida al mismo tiempo. Respiró hondo, dio un sorbo a su jugo y dejó la copa sobre la mesa con delicadeza antes de hablar con firmeza, pero con ternura.
—Amiga… sé que tienes miedo, que te sientes sola y perdida en medio de este torbellino. Y Gabriel, mira, ha sido un ángel en tu vida, un apoyo increíble… Pero necesito decirte algo que quizás no quieras escuchar ahora.
Celina levantó los ojos, ya vidriosos, sintiendo el peso de esas palabras.
—Creo que deberías contarle a Thor sobre el embarazo.
Celina negó con la cabeza de inmediato, pero Tatiana alzó la mano suavemente, pidiéndole calma.
—Espera, escúchame. Entiendo tus motivos para callar, entiendo que él te lastimó, que se comportó como un imbécil contigo, que te acusó de cosas horribles… Pero eso no