Zoe abrió los ojos de par en par y estalló en carcajadas.
—¡Dios mío! ¡Me hubiera encantado ver la cara del jefecito en ese momento! ¿Te imaginas al guapetón doblado, contorsionándose como en una telenovela mexicana?
Celina rió a carcajadas, con ganas. Era la primera risa genuina de la noche. Zoe, entre risas, añadió:
—Amiga, voy a estar contigo hasta el final. Yo no entré en aquel baño ese día por casualidad. El destino ya había escrito nuestro encuentro. Nuestra amistad. No estás sola. Me tienes a mí, tienes a esos bebés hermosos… y al bombón de Gabriel, ¿no?
Zoe volvió a reír, agitó la copa sintiendo el vino subirle a la cabeza y dijo:
—Pero ya está hablando el alcohol.
Celina se tapó la boca de tanto reír.
—Es guapo, sí, amiga… pero yo amo a otro.
Bajó la mirada al suelo, más serena, y continuó:
—Pero voy a seguir sin Thor. Los bebés son solo míos. Es un nuevo ciclo. Para nosotros.
Zoe alzó la copa con entusiasmo:
—¡Entonces vamos a brindar!
Celina tomó su copa de jugo y, justo cu