Ellas siguieron guardando las maletas en silencio. Era un silencio comprensivo, entre dos amigas que se entendían con una sola mirada. Minutos después, todo estaba listo.
Tatiana fue hasta la sala y llamó a Roberto y Gabriel.
— ¡Chicos, pueden ayudar a bajar las maletas?
Los dos se levantaron de inmediato y comenzaron a llevar las cosas al coche de Gabriel, que estaba estacionado frente a la casa. Poco después, todo estaba acomodado en el maletero.
Dentro de la casa, Celina se detuvo un instante en la sala, observando cada rincón. Era como si se despidiera de una parte de su vida. Miró a Tatiana y a Roberto, emocionada.
— Gracias… por todo. Por abrirme las puertas de su casa y de su corazón. Nunca lo voy a olvidar.
Tatiana la abrazó fuerte.
— Cuídate, ¿sí? Y cuida de nuestros ahijaditos… — dijo, acariciando con ternura el vientre de Celina. — Siempre estaremos contigo.
— Siempre — reforzó Roberto, dándole un beso en la frente.
Celina sonrió con los ojos húmedos y caminó hacia Gabriel,