A la mañana siguiente, Tatiana se dirigía a su empresa y dejó a Celina en el trabajo. Al entrar en su oficina, Celina se sorprendió al ver un ramo de rosas rojas junto a una cajita de bombones finos sobre su escritorio. El perfume de las flores inundaba el ambiente y, curiosa, se acercó. Entre los pétalos, había una pequeña nota delicadamente sujeta:
"Perdóname. — Thor."
Sonrió, conmovida, al leer el mensaje. Entonces escuchó pasos suaves y, al alzar la vista, vio a Thor apoyado en el marco de la puerta, observando su reacción.
— Creo que ya estoy perdonado — dijo él, esbozando una sonrisa suave.
Celina lo miró, todavía sonriendo. Él caminó hacia ella, la rodeó con un abrazo cálido y le dio un beso cargado de añoranza.
— Te extrañé, amor — murmuró.
— Yo también, Thor — respondió ella con ternura.
— ¿Cómo van las cosas? — preguntó Celina, intentando suavizar la intensidad del momento.
— Déjame disfrutar de ti un poco primero — respondió él, sentándola sobre el escritorio y colocándose