Reservé el vuelo más cercano: salía en apenas cuatro horas. Aproveché ese tiempo para dejar todo en orden en los dos locales y, después de almorzar algo ligero, me puse a repasar mentalmente lo que me esperaba en Italia.
Recordé que en la información del juicio decían que aún no habían encontrado pruebas a favor de los Esposito. Eso me inquietó, así que revisé quiénes estaban llevando la defensa. Me sorprendió ver que tenían a muchos abogados, un ejército de letrados, y aun así no lograban dar con el verdadero responsable. Algo no cuadraba. Aquello me generó una desconfianza enorme, una sensación de que tal vez alguien estaba encubriendo la verdad.
No lo dudé: llamé a mi abogado. Le expliqué toda la situación, mis sospechas sobre que los defensores italianos podían estar protegiendo a alguien. Para mi sorpresa, él pensaba exactamente lo mismo. Coincidía conmigo en que la familia Esposito no tenía necesidad de lavar dinero, siendo una de las más exitosas de Italia. Saber que estábamos