Él es el amor de mi vida.
Luz caminaba por la calle con el corazón latiendo en un ritmo acelerado, pero no de ansiedad, sino de una esperanza que no sentía hace años. Había dejado atrás el pasado, las cadenas que la ataron, y ahora por fin iba a recuperar a su compañero, el amor de su vida. Cada paso la acercaba a ese momento que había esperado tanto, y la sonrisa se dibujaba en sus labios sin poder evitarlo.
Cuando cruzó la puerta del lugar, sus ojos se llenaron de luz. Delia, la chica que siempre la recibía con cariño, levantó la mirada desde el mostrador y sonrió.
—Luz, qué bueno verte. Él te ha extrañado tanto —dijo Delia, con esa ternura de quien conoce una historia que solo unas pocas personas pueden entender.
Luz asintió, y el brillo en sus ojos se intensificó.
—Sí, Delia. Hoy vengo a llevármelo. Ya no hay nada que nos impida estar juntos —respondió, y en su voz había una fuerza renovada, una promesa cumplida.
Delia rió suavemente. —Él te va a derribar de la alegría que va a sentir. Ven, está en el jardí