El silencio entre Luz y Cristian era tan profundo que se podía oír el latido de ambos.
Luz aún sostenía la mano de Cristian, su frente apoyada contra la de él, respirando despacio, intentando memorizar el momento.
Sus dedos se entrelazaron con más fuerza.
Él sonrió apenas, con la voz ronca.
—Si sigues tan cerca, voy a olvidarme de que tengo puntos, muñeca…
Luz soltó una risita nerviosa y se apartó solo un poco, pero no lo suficiente para que él la soltara.
—Entonces quédate quieto, no seas porfiado y pórtate bien, o le diré a tu madre.
—Imposible contigo tan cerca —susurró él.
Cristian estaba a punto de decir algo más, cuando la puerta se abrió suavemente.
La figura elegante de Crystal apareció con un ramo de flores frescas y una sonrisa que intentaba disimular su picardía.
—Interrumpo algo… ¿importante? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.
Luz se enderezó de golpe, el rostro rojo como un tomate.
—¡Señora Crystal! No, no, estábamos… hablando.
—Ah, claro —respondió Crystal c