Tenemos un plan.
La puerta metálica se cerró de golpe después de que los guardias les dejaran la comida. Dos platos tibios de arroz con pollo quedaron en el suelo, junto a una jarra de agua.
Lucía pateó el plato con furia, haciendo saltar algunos granos al suelo.
—¡Malditos! ¡Voy a arrancarles la lengua uno por uno!
Joaquín la observaba desde el catre opuesto, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados. Su mirada, fría y calculadora, no perdía ni un detalle.
—Desperdiciar la comida no nos va a sacar de aquí, Lucy, si queremos salir debemos estar fuertes.
Ella lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué propones? ¿Que me quede tranquila mientras ese cerdo toca a mi amiga? ¡Ni muerta!
Joaquín se incorporó, acercándose despacio.
—No estoy diciendo eso. Estoy diciendo que la rabia sirve… si la usas bien.
Lucía arqueó una ceja, sin dejar de frotarse las muñecas que aún estaban adoloridas.
—¿Y tú qué sabes de mí?
Él esbozó una media sonrisa.
—Sé que Lissandro hablaba de ti. De lo insoportable que eras. De lo mu