El hospital estaba envuelto en un silencio tenso, apenas roto por el murmullo de los monitores y el golpeteo de los pasos de los médicos.
Era temprano, pero todos ya estaban ahí: Lissandro, Anna, Luz, Cristian, Arthur, Michelle, Joel, Armand, Lucciano y Isabella.
La doctora se apoyó un momento en la pared, respirando hondo.
El quirófano la esperaba, y aunque su mente sabía que estaba preparada, su corazón temblaba.
Michelle lo notó; se acercó despacio y la abrazó por la espalda, rodeándola con sus brazos fuertes.
—Tranquila, princesa —susurró contra su oído—.
Sé que lo harás bien. Eres la mejor en el país.
Isabella cerró los ojos, aferrándose a él.
—Y si fracaso… —su voz se quebró—. Si algo sale mal, tú me odiarás.
Michelle la giró, tomándola de las mejillas, con esa mirada que siempre lograba calmarla.
—No, amor. Si algo sale mal, te amaré más por haberlo intentado.
Pero no va a pasar. Vas a salvarla.
Isa respiró profundo, se refugió en su pecho un segundo más y luego asintió.
—Bien…