El regreso a la ciudad había sido silencioso. Anna miraba por la ventanilla, aún con la dulzura de la montaña en el recuerdo, había tenido el mejor fin de semana de su vida, además de llevar el anillo de compromiso que le regaló Lissandro, sin duda Lu lo iba a amar.
Cuando llegaron a su departamento, Lissandro bajó primero las maletas. Anna iba a tomar las llaves, pero un hombre de traje oscuro ya los esperaba en la puerta. Su porte sobrio lo delataba: era alguien que no estaba allí por casualidad.
—¿Señorita Kingsley? —preguntó con voz firme.
—Sí, soy yo.
El abogado desvió la mirada hacia Lissandro y se quedó un segundo en blanco, sorprendido por el parecido con Leandro.
—Y supongo que usted es el señor San Marco.
Lissandro sostuvo la mirada sin pestañear. —Así es. ¿Qué desea?
—Soy el abogado del señor Valentino San Marco —explicó, abriendo su maletín—. Vengo a citarlos a usted y a la señorita Kingsley para la lectura y oficialización del video testamento. Será el lunes a las cuatro d