Mientras tanto, días después en la casa Larousse, Xavier caminaba por la habitación de Dionisio con un vaso de whisky en la mano. Sus ojos negros miraban el cuerpo del hombre con deseo oscuro.
—Entonces… ¿solo querías poner celoso a ese rubio…? —preguntó, con una sonrisa torcida.
Dionisio estaba de pie frente al ventanal, mirando la luna sin responder.
—Mírame cuando te hablo, Dionisio… —dijo Xavier, acercándose y tomando su barbilla con fuerza—. ¿Por qué no me dices qué planeas conmigo…?
Dionisio bajó la mirada, respiró hondo y finalmente habló:
—Quiero que sigas el teatro... frente a Lancelot. Te pagaré lo que hablamos. Pero debes saber que… él… tiene novia. Está embarazada por su culpa… y… yo… fui quien… le pidió que me lo hiciera. Y ahora… él está… descarrilado… y quiero enderezarlo.
Xavier lo miró fijamente. Soltó su barbilla y río suave, con su voz grave como un verdadero no lejano.
—Dios… siempre supe que estabas jodido… pero esto es otra liga. ¿Haces que un hombre hetero se fi