Ariel y Camelia se sentían abrumados con todo lo que estaba sucediendo. Después de la consulta con el ginecólogo, regresaron exhaustos a casa, buscando un respiro o al menos un momento de tranquilidad. Sin embargo, al entrar, se encontraron con una noticia inesperada.
—Todos los niños rescatados son míos —anunció Marlon con una sonrisa de complacencia. Sus ojos brillaban con orgullo y alegría—. Los gemelos de ocho años también. No son tuyos, Ari. Por un instante, Ariel quedó perplejo, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Luego se acercó a Marlon y lo abrazó con fuerza, intentando contagiarse un poco de aquella alegría que rompía el peso acumulado de los últimos días. —Felicidades, mi hermano —dijo Ariel con una leve sonrisa, mientras le daba unas palmadas en la espalda—. Al parecer, el deseo de mam&