Marcia miraba a su esposo, sin poder creer que le había escondido todo lo relacionado con los posibles hijos perdidos. ¡Ella tenía derecho a saberlo! ¡Son sus hijos también! Nadie mejor que ella para comprenderlo, pues había sido abandonada a causa de su asma en la puerta del orfanato donde la encontró Marlon.
—Querida, no te pongas así —intentaba tranquilizarla Marlon, al ver lo molesta que se había puesto—. Todavía no sabemos si es verdad. Te lo digo porque el pequeño Marlon se ha acercado a ti en dos ocasiones y tú no te has dado cuenta. Incluso el niño te lo mencionó, y no prestaste atención. —¡Por tu culpa! Debiste decírmelo enseguida. Lo habría retenido conmigo y lo habría traído. ¡Pobre hijo mío! Dios sabe lo que está sufriendo —exclamó, con los ojos llenos de l