En la hacienda Hidalgo, Camelia galopa a toda velocidad junto a su hermano Gerardo, quien le ha enseñado muy bien a montar a caballo, hasta que ambos se detienen y descienden felices. Se abrazan, sintiendo cómo poco a poco crece la relación fraternal entre ellos.
—Cami, no sabes lo feliz que estoy de que hicieras esto —habla Gerardo, emocionado—. Con Clavel ya tenía una relación desde el colegio, pero contigo no. Ahora me doy cuenta de que tenemos más en común tú y yo. —¿De verdad lo crees? ¿Cómo qué? —pregunta ella, dejándose caer en la hierba. Gerardo se deja caer a su lado, realmente asombrado al compartir con ella lo mucho que se parecen, y no solo eso. Han experimentado casi lo mismo desde su nacimiento. Ambos fueron criados en vientres ajenos y robados desde antes de nacer. Y ahora se sienten compenetrados. &md