Ariel no respondió y Camelia no se atrevió a volver a preguntar. Sin mediar palabra, se vistió apresuradamente y subió al auto que él conducía a gran velocidad. Ariel se detuvo al frente del edificio donde vivía Camelia.
—Es mi padre —dijo Ariel cuando Camelia se fue a bajar del automóvil. — Está muy enfermo y lo han llevado al hospital.
Fue entonces cuando ella comprendió su rostro asustado, aunque no entendía por qué le daba tantas explicaciones. Al fin y al cabo, su relación se limitaba al sexo; no eran una pareja.
—Espero que se mejore pronto —dijo ella bajando con prontitud del auto. —Disculpe por preguntar lo de antes.
Ariel no respondió y en cuanto descendió Camelia, salió a toda velocidad rumbo al hospital unas cuadras más allá. Por su parte, Camelia se quedó mirando cómo se alejaba el coche y deseó que no fuera nada serio lo del padre de Ariel.
Iba a entrar a su edificio, pero cambió de dirección y se dirigió a la farmacia. Quería asegurarse de tener suficiente cantidad