66. UN HILO QUE SE ROMPE
Los hilos de esta historia se entretejen simultáneamente, como un telar clandestino que nadie cree manejar. Cada tirón parece correcto hasta que la tela revela su diseño: intrigas que se cruzan, fuerzas que empujan en direcciones opuestas.
En una humilde cabaña, apartada del ruido del pueblo, una bruja ahora de apariencia decrépita se cuela en la mirada de un ave que vuela libre. Sus pupilas, turbias por la edad, se tornan brillantes cada vez que observa a través de los ojos del pájaro. Desde allí vigila al sacerdote exorcista, ese perro testarudo que ahora va casa por casa, imponiendo su falsa paz sobre las familias afectadas. Él Afirma que lo que tienen son "perturbaciones demoníacas".
Pero la vieja tiene su propia verdad: todo fue apenas un juego. Pequeñas travesuras en la fiesta, retorcidas pero calculadas con precisión. Nada mortal. Nada irreparable. Porque un exceso de cadáveres no habría servido al propósito: el caos necesita administrarse como un veneno lento, no como un hacha