39. FIN DE UNOS JUEGOS, INICIO DE OTROS
Por fin los días rojos terminaron y mi ánimo está más que alto. Mis escapadas nocturnas han sido fructíferas y muy estimulantes. Las noches habían sido mis aliadas, mis escapatorias a un mundo donde el deseo y la seducción jugaban al mismo ritmo. Mi primera parada de esa noche fue la habitación compartida del ala sur, un lugar donde la atmósfera tan cargada me desbordó de inmediato. Vi lo que debía ver, y de alguna forma, me vi deseando lo mismo, anhelando sentir lo que Catalina estaba experimentando.
Catalina resultó ser una especie de sumisa. Disfruta de las órdenes que en la cama le da su marido y este pese a su preferencia por los senos grandes, parece haberle encontrado el gusto a deslizarse por la estrechez de su esposa.
Las nalgas de Catalina lucían un rojo subido, cortesía de las palmadas que su marido le daba con fervoroso entusiasmo, y al final, ambos caen rendidos sobre las sábanas arrugadas, respirando entre jadeos compartidos.
—Tienes dos días de retraso, pero no dejaremo