La luna llena se alzaba como un centinela mudo sobre Aster. En el claro junto al río congelado, la nieve crujía bajo los pasos de Adelia mientras examinaba los antiguos símbolos grabados en las piedras negras. Eran nuevos, y eso era lo inquietante. Nadie en la aldea se atrevía a grabar con runas prohibidas. Nadie... salvo un traidor.
—¿Estás segura de que son recientes? —preguntó Ethan, revisando el contorno de uno de los grabados con la punta de su espada.
—Lo están. La magia aún vibra. Y no es magia humana —respondió Adelia, sus dedos temblando levemente al rozar la piedra.
Drak apareció en silencio, como si emergiera de las sombras mismas. Ya nadie se sobresaltaba con su estilo dramático.
—No es magia de sangre común. Es una firma de llamado. Un eco. Alguien está intentando abrir un canal desde dentro de Aster.
—¿Desde dentro? —repitió Adelia.
Drak asintió.
—Tienen un infiltrado. Y no actúa solo.
***
Durante la semana siguiente, la paranoia se instaló en el pueblo como una neblina