A quien le irá a comprar joyas seguro a su novia que viene desde España, definitivamente debe estar muy enamorado de ella—pensó Mariana, sintiendo un pequeño dolor de pérdida en su corazón.
La vendedora entró con una caja llena de joyas.
—Esta es nuestra última colección. Tenemos perlas, diamantes, manillas para parejas, zafiros y esmeraldas —dijo con una sonrisa cálida mientras se las mostraba a Mariana.
—¿Y qué le parecen, señora Londoño?—preguntó la vendedora.
—¿Qué te parece, cariño? —preguntó Andrés con un tono de voz cargado de ironía.
—A mí me parecen bastante normales… Cariño —contestó Mariana, con ganas de matar a Andrés y salir corriendo de ese lugar. Ya estaba cansada de seguirle el jueguito y aparentar algo que no tenía sentido.
—Señora Londoño, le puedo asegurar que nuestros diseñadores son los mejores de la industria.
—Y yo quería pedirle una disculpa por el malentendido. Siento que fue muy poco profesional de mi parte —dijo la vendedora con arrepentimiento.