La noche envolvía la ciudad en un manto de silencio y luces tenues. Afuera, la lluvia comenzaba a caer tímidamente, como si el cielo también se preparara para un momento sagrado, íntimo, que se gestaba tras las ventanas empañadas de aquella casa.
Mariana y Andrés estaban frente a frente, respirando el uno al otro. El ambiente se había vuelto pesado de deseo contenido, de miradas que hablaban más que mil palabras. Ella, con sus mejillas encendidas, mordía suavemente su labio inferior, intentando controlar el temblor que recorría sus manos. Andrés, con los ojos fijos en ella, dio un paso hacia adelante y la atrajo hacia él .Sus labios se encontraron con una necesidad que desbordaba todo lo que habían callado durante tanto tiempo.
El beso fue profundo, lleno de urgencia y dulzura al mismo tiempo. Las manos de Andrés rodearon la cintura de Mariana, atrayéndola más. Ella, sin dudar, se alzó levemente, enredando sus piernas en las caderas de él, buscando con su cuerpo la conexión que su alm