Astrea salió prácticamente corriendo del despacho de Kael, sentía un nudo en la garganta y no quería que alguien la viera en ese estado. Por eso decidió ir rápidamente al baño, estaba segura de ahí podría calmarse un poco. En el instante en que abrió la puerta, pudo respirar de nuevo. Se acercó al lavamanos y abrió la llave, para refrescarse un poco la cara. Pero justo cuando miró su reflejo en el espejo, viejos recuerdos asaltaron su mente.
—¿Astrea, qué te pasa? —preguntó Clarissa en el momento en que le abrió la puerta y la vio en ese estado.
—¡Estoy mal, Clari! —respondió sorbiendo sus lágrimas— ¡Muy mal!
—Ven… —la tomó de la mano— Vayamos a mi habitación, y ahí me contarás todo.
Clarissa era su amiga desde que tenía uso de razón, ya que se conocían desde que ambas eran apenas unas bebés.
—Me ha pasado algo horrible y no sabía quién recurrir —Astrea expresó, al mismo tiempo que se sentaban en la cama.
—Está bien, sabes que puedes contar conmigo —Clarissa la tomó de las manos—.