Al abrir la puerta de la casa en donde creció y pasó su adolescencia, el silencio la golpeó fuertemente. Porque ya no estaba su madre, esperándola en la cocina para preparar la comida juntas. De hecho, en la actualidad no cocinaba. Compraba comida congelada, y cuando estaba en servicio el cuartel se encargaba de proporcionarle alimentos. Pero muy en el fondo extrañaba la sazón que le recordaba a su hogar.
Subió a su habitación, y se sentó por unos segundos en la cama.
—¡¿Qué se supone que haré ahora?! —susurró al mismo tiempo que se pasaba una mano por el rostro.
Realmente no sabía como manejar la situación, parecía que el destino se estaba encargando de acercarla más y más a Kael. No podía negar que cuando el hombre se acercaba, su pulso se aceleraba, y cuando el olor de su perfume se mezclaba con el característico aroma de macho se le hacía un poco difícil respirar.
Su sangre se calentaba, sentía los pechos un poco más pesados y juraba que podía sentir que una hoguera hacía estr