↻↺DUELE↻↺

Todavía su corazón estaba herido, no tenía idea de cómo pudo ocultarlo por tanto tiempo.  Sabía que era una osadía de su, pero no tenía más opción. Pensaba que era lo mejor para todos, pero no podía negar que despedirse de todos sus afectos era la parte más difícil.

Dio un largo suspiro antes de cruzar la puerta, pero justo en el momento en que iba a darle la vuelta al pomo, una voz resonó en su espalda.

—Siento tu angustia, Astrea.

—¿Mamá? —ella estaba confundida, porque no sabía que era tan transparente.

—Ven aquí, cariño —extendió su mano para que se sentara a su lado durante unos segundos—. Algo te está haciendo sufrir, y no puedo soportarlo más.  

—Mamá… yo… —balbuceó todavía no era capaz de contarle lo sucedido. 

—Cariño, sea lo que sea será pasajero —le sonrió con cariño—. Y estoy muy segura de que lo solucionarás. 

Astrea frunció el ceño, puesto que su intuición de madre era muy asertiva. 

—Sé que estás un poco triste, porque ni tu lobo ni tu compañero han aparecido —le dijo mientras le besaba la frente—. Pero estoy segura de que eso sucederá muy pronto —la añoranza estaba reflejada en su voz—. Como bien sabes, mi marido fue el Gamma de la manada, un hombre fuerte y carismático —dio un suspiro— Harry fue el amor de mi vida…

—Ya lo sé mamá…

—Tú has sido una bendición en mi vida —la mujer se relamió los labios—, llegaste a mi mundo cuando pensé que nada tenía sentido en mi vida, puesto que mi Harry había muerto en la emboscada.

—Mamá… no vale la pena recordar momentos tan tristes —miró a los lados, se le estaba haciendo tarde.

—Astrea… eres mi niña y te amo y amaré hasta mi último aliento, todo lo que he hecho has sido por ti y no me arrepiento. Si tuviera que retroceder el tiempo, lo haría de nuevo. 

Aquellas palabras terminaron de desangrar su frágil corazón, porque pensó en lo desolada que estaría cuando se fuera de casa. 

—¿Podemos tener esta conversación más tarde? —Astrea le pidió. 

Por alguna razón extraña, cada uno de los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos.

—Sí, cariño —la abrazó fuertemente— ¿Te parece bien esta noche? 

—Mamá, te lo juro que me estás asustando —Astrea soltó una risita nerviosa. 

—Esta noche tendremos una conversación de adultos…

—¿Es sobre tu nueva pareja? —ella no pudo evitar preguntar. 

—Te he cuidado porque ha sido mi deber, pero ahora acabo de encontrar en George mi segunda oportunidad de amar —chasqueó los dientes—. Creo que la diosa Luna lo ha enviado como mi premio por hacerlo todos estos años.

—Entonces, disfruta tu amor mamá. 

Su madre le hizo señas para que le dejara continuar.

—No, antes quiero que encuentres a tu compañero, el que te cuide…

Astrea respiró profundo, pensaba en contarle. Pero justo en el momento en que iba a abril la boca, el sonido del claxon se escuchó. Era Wayne, su vecino de toda la vida y quien iba todos los días a la universidad.

En ese momento el sonido de la lluvia se hizo más intensa y al caer las gotas chocaban con el vidrio de la ventana.

—Como volver a casa, si ese nunca ha sido mi hogar —susurró siguiendo con el dedo índice el camino de una gota al otro lado de la ventana.

Sacudió la cabeza, no quería que recuerdos tristes la invadieran. En la actualidad era una chica independiente, y fuerte. Ya no era aquella a la que sus amigos tenía que defender, siempre se sintió una carga para ellos. Por eso decidió en ese tiempo visitar a su madre, solo por dos semanas estaría en Silverpine. No podía ser tan malo, ¿o sí?

Aunque al decir siete años era mucho tiempo, no tenía miedo en dar aquel paso. ¿Cuántas veces tendría que comenzar de nuevo? No lo sabía, porque con esta había perdido la cuenta. Camino hasta su mesita de noche y sacó su medicina. La que había estado tomando, durante siete años. Al punto de que había aprendido como hacerla, ya que era necesario para continuar viviendo, como lo hacía, entre humanos. 

—Un bicho raro, siempre será un bicho raro, no importa en la comunidad que esté —se rio de su propio insulto.

Tomó un sorbo de agua de su botella, y luego la puso sobre el desayunador. Se cerró su chaqueta, lo mejor era correr unos kilómetros. No importaba que estuviera lloviendo, puesto que su parte lobuna amaba hacerlo. El olor a tierra húmeda, le encantaba. Lo único malo era que lo hacía en su forma humana, por el hecho de que nunca se había transformado. 

A pesar de que le dolía profundamente el hecho de que su propio lobo la rechazaba, y tampoco conocía el motivo. Decidió avanzar y no quedarse estancada preguntando el porqué.  

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