Mientras Kael la observaba alejarse, su cuerpo temblaba de ganas de ir detrás de ella.
«Te dije que no me gusta cuando usa ese aparato», replicó su lobo.
«¡J0d3r, Rau! ¡Ahora no!»
«Ve por ella, es nuestra», volvió a exigir.
«Aunque quiera no puedo hacerlo».
«¿No? ¡Eres un idiota!», expresó Rau molesto.
Sin embargo, Kael agradeció que lo dejara a solas por un momento.
Se dirigió de nuevo hacia la tienda, y enseguida la dependienta lo abordó.
—Señor, aquí está todo lo que me pidió…
—Falta la lencería, muéstrame todo el stock que tienes…
—Me encanta cuando escoges cosas para mí —dijo una voz a su espalda.
«Otra complicación más», se quejó Rau.
«Pensé que te habías ido a tomar la siesta», Kael inquirió molesto.
«Iba a hacerlo, pero sentí el aroma de esta loba y vine a advertirte que tengas cuidado con ella».
—No son para ti, Helena —él dijo con voz tan cortante que hasta la dependienta sintió pena por la recién llegada.
—Pero Alicia me llamó para decirme que había comprado lence