Astrea caminaba de un lado a otro un tanto intranquila, la noche anterior había llegado tan cansada que no había tenido tiempo para tomar su medicina. Un grave descuido de su parte, desde que se mezcló con los humanos, no había pasado un día en que no hubiera tomado su respectiva dosis. Sin embargo, le quedaba muy poca. Su única opción era su madre, así que no le quedaba de otra que llamarla y pedirle ayuda.
Cada día que pasaba le estaba afectando la cercanía de Kael, su olor cada vez era más intoxicante para ella. Hacía que todo su cuerpo se pusiera en alerta, expectante a sus acciones y anhelante a su toque. Si él no la hubiera hecho reaccionar cuando se tensó sobre ella, estaba segura de que no se habría negado.
«¡Esta atracción por él es peligrosa!»
Puso la mano en el pomo de la puerta para salir de la habitación, cuando esta se abrió de golpe. Se encontró con los ojos ámbares de Kael, y era innegable su enojo. No entendía por qué aquello la afectaba tanto. Sacudió la cabeza, y