Astrea fue corriendo al baño, se miró al espejo y no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a rodar por sus mejillas. Apretó los puños de una manera tan fuerte que enseguida se pusieron blancos.
«Justo lo que me faltaba, encontrarlo con otra chica», se dijo.
Era como un puñal que le atravesaba el corazón y el alma, sin treguas, ni contemplaciones. Entre su rechazo y aquella traición se sentía vacía, cerró los ojos.
«¡Qué no daría porque las cosas volvieran a ser como antes!», pensó.
Las cosas eran más sencillas, pero antes de que ellos se enteraran de que eran pareja podía decirse que el amor que solo fue un extra. Por el hecho de que entre ellos existía una conexión, tan profunda, que se convirtió en complicidad.
Dio una sonrisa ladeada al recordar que su adoración por Kael comenzó cuando apenas tenía catorce años, y la salvó de aquellos bribones que querían aprovecharse de ella. Pero era lógico que no él ni siquiera se fijara en ella, porque sus hormonas pubertas iban detrás de