La oscuridad se arremolinaba a su alrededor como un manto de terciopelo negro. Eva flotaba en un espacio sin tiempo, donde el aire olía a hierbas secas y ceniza. No era su habitación, no era ningún lugar que conociera, y sin embargo, resultaba extrañamente familiar.
"Ven a mí," susurró una voz que parecía emerger de las paredes de piedra. "Ven y recuerda."
El espacio se transformó. Ahora estaba en una pequeña cabaña iluminada por velas de cera negra. Las manos —sus manos, pero no eran suyas— se movían con precisión sobre un mortero de piedra, triturando hierbas cuyo aroma inundaba el ambiente. Sabía exactamente qué estaba preparando: un hechizo de protección. Lo sabía porque lo había hecho cientos de veces, aunque Eva jamás había mezclado un solo conjuro en su vida.
—Selene —pronunció una voz masculina desde la puerta.
Eva se giró, y aunque sabía que era un sueño, su corazón dio un vuelco al ver a Lucian. Era él, pero diferente: su rostro más joven, sin esa sombra de tormento eterno q