Una noche de pasión con el Alfa Gambino.
La hermosa Elizabeth Romanov despertaba de una noche de copas al lado de un desconocido hombre con el que había tenido una noche de pasión desmedida. Ella no tenía idea de quién se trataba ese apuesto y varonil Alfa ni que era temido en el mundo de los licántropos, y en el mundo de los humanos.
El apuesto hombre le había quitado su pureza, pureza que guardaba para su desleal esposo, ella se había casado apenas una semana atrás pero su marido había salido del país la misma noche de bodas a un supuesto viaje de negocios.
Lejos estaba Elizabeth de saber que su querido maridito se había ido de viaje con su amante en turno. El descarado esposo había sido capaz de dejarla en su propia noche de bodas para irse a pasarla bien con otra mujer.
La doctora había estado bebiendo toda la noche para calmar su enfado y frustración, y es que...¿Quién demonios pasa su noche de bodas sola? se preguntaba la hermosa doctora. ella era de origen ruso, alta, silueta divina, unos ojos bellísimos azules y grandes, su blanca piel, sus labios rosados, y su largo cabello platinado, la hacían lucir como un ser etéreo por su gran belleza.
Esa misma noche, en el mismo bar, se encontraban los tres hermanos italianos, los mafiosos Gambino, estaban ahí para hacer alianzas con la mafia de los Estados Unidos, más lo que encontraron fue que los habían traicionado, los disparos no dejaban de escucharse, Emiliano y Massimo Gambino lograron escapar de una muerte segura gracias a sus destrezas lobunas y entrenamientos, los hermanos menores lograron después de correr por sus vidas llegar al avión privado que los había llevado hasta ahí.
Pero su hermano mayor el Alfa Damiano, que estaba a la cabeza de la organización, no pudo moverse igual que ellos porque estaba demasiado bebido. Lo que no esperaban Emiliano y Massimo era que su hermano mayor terminara en una noche de loca pasión con una hermosa chica desconocida.
— Damiano y Elizabeth, se encontraban en una de las habitaciones que usaban las señoritas que se vendían a los adinerados clientes por un rato de diversión. Eso fué lo que los salvó de ser asesinados pero al calor de las copas sus cuerpos se encendieron al tenerse cerca y no pudieron evitar hacer el amor. ¿Cómo podrían? El destino había hecho su magia y los había juntado.
Por la mañana la bella doctora aún seguía confundida, con un dolor de cabeza y en su intimidad que apenas podía soportar, le llegaban pequeños recuerdos como flashes a su mente de unos ojos verdes musgo tan profundos que podían hacerte caer en su abismo. Ella recordó que se perdió en ellos mientras su brillo se hacía cada vez más intenso.
Elizabeth se daba cuenta que su traicionero cuerpo se había entregado a ese desconocido como si le perteneciera, como si hubiese nacido para ser tomado por él y solo por él, se recordaba gimiendo y disfrutando de las caricias indecentes que ese hombre le hacía, como ella le pedía más, era como si fuera otra mujer muy diferente a como se conocía.
Los azules ojos de Eli voltearon al otro lado de la cama donde se encontraba ese hombre, tenía los cabellos negros, un cuerpo perfecto, sus labios eran carnosos y delineados alrededor, dándoles así una forma casi divina. Bajó la vista y se sonrojó como una manzana madura al ver el miembro del dios griego que aunque estaba dormido seguía siendo de buen tamaño, se sonrojó más al darse cuenta que había sido desvirgada por ese gran tamaño en su primera vez.
La doctora nunca antes había estado con un hombre en la intimidad, todo esto era nuevo para ella, las lágrimas vinieron casi de inmediato, se había entregado a un hombre que no era su esposo y para la educación que había recibido de sus finados padres era equivalente a un pecado mortal, ¿Ahora con que cara miraría a Nicolai, a los ojos? Le había fallado como esposa y se sentía muy culpable, pues no tenía idea de la fichita que era.
— !Dios mío! ¿Qué he hecho?
Elizabeth recogió su ropa y se vistió como pudo, no pasó desapercibido como sus prendas estaban desgarradas, algunas apenas alcanzaban a cumplir su función, parecían haber sido desgarradas por una animal o una bestia, la doctora no lo quiso pensar demasiado, ella salió huyendo con mucho cuidado de no ser vista en aquel bar, tomó su bolso y salió huyendo de la habitación. Solo se pudo ver un audi negro salir a toda velocidad y tomar carretera con rumbo desconocido.
Emiliano y Massimo, ya con más hombres para enfrentarse a la mafia americana, volvieron a buscar a su hermano, rogaban que Damiano no hubiese muerto ya por esa traidora mafia, los que por haberlos emboscado se habían ganado un pase sin retorno al infierno, pero si se habían atrevido a matar a su hermano, toda su familia incluida la mascota que tuvieran, también podía darse por muerta.
— Massimo, ¿Creés que encontremos a Damiano vivo?
— No lo sé Emiliano, pero en verdad espero que sí, porque de no ser así nuestro padre nos va a echar de la organización por haber dejado atrás a nuestro hermano y jefe. — Respondía Massimo mientras empuñaba su arma para entrar de nuevo al bar.
En el lugar estaba todo destruido, había muertos por doquier, entre ellos los hombres que habían contratado para asistir a esa reunión que desde un principio no les dió buena espina, su instinto les decía que era una trampa pero debían asistir o los tomarían como cobardes, como un clan débil que sería fácilmente aniquilado y definitivamente no lo eran.
Los hermanos y sus fieles hombres, buscaban por todas partes al Alfa, hasta que uno de ellos dió con él en uno de los cuartos de diversión.
— ¡Está aquí! — Gritó el mafioso.
— ¡¿Está vivo?! — preguntó Emiliano Gambino rogando porque así fuera.
— ¡Si, si lo está!
— ¿Cómo está él? ¿Está muy herido? ¿Respira todavía? — Massimo Gambino preguntaba con preocupación, él era el menor de los hermanos y su hermano mayor Damiano era como un segundo padre para él.
— Sí, él... él está bien — El mafioso que lo encontró no sabía cómo decir que parecía haber estado teniendo acción en medio de una mortal emboscada que les habían tendido.
—Menos mal, ya me hacía corrido de mi propia casa y trabajo.
Los hermanos Gambino llegaron hasta él y al verlo desnudo y durmiendo plácidamente, casi se les cae la quijada hasta el piso, estaban furiosos porque estaban extremadamente preocupados por el lobo pensando lo peor, lo imaginaban herido, torturado o muerto, pero en ningún escenario lo imaginaron durmiendo la mona sin preocupación alguna.
— ¡ Levántate carajo! — Emiliano lo levantó moviéndolo fuertemente — ¡despierta Damiano! ¡maldita sea contigo! ¡¿Cómo es que haces ésto en un momento dónde pudieron habernos matado a todos?! nos has tenido muy preocupados al ver que no llegaste al punto de encuentro ¡¿qué demonios te pasa por la cabeza, BOSS?!
— Hmmm... ¿Qué pasa? ¿Por qué gritan tanto? — Un desnudo y confundido Damiano se puso de pie tratando de recordar que había pasado, lo único que recordaba es haber sido llevado hasta esa habitación y después.... después haber hecho el amor una y otra vez con esa hermosa mujer de cabellos platinados. — ¿Dónde... Dónde está ella?