Llegando a Italia.
En su despacho el Alfa de la familia Gambino, cada día estaba de peor humor, no había dejado de pensar en esa mujer de hermosos ojos azules, no se explicaba por qué había una conexión entre ellos, nunca le había sucedido algo parecido con ninguna otra mujer.
— ¿Quién eres? ¿Por qué puedo entrar en tus sueños? ¿Por qué puedo sentir tu zozobra? ¿Qué es eso que te preocupa tanto?
— ¡Damiano, Damiano, te estoy hablando! ¿Por qué estás tan distraído? Desde que regresamos de América estás igual.
— ¿Dime qué necesitas, massimo? No me estés rompiendo las pelotas.
— Es para informarte que el hospital va a celebrar su tercer aniversario. Tienes que estar ahí si, o si, y decir unas palabras en su honor, como cabeza de la familia Gambino. Además vendrán los Alfas más importantes del país y del extranjero, quieren verte antes de que regresemos a la manada Dark Moon. Ya necesitan que te decidas si vamos a participar en la contienda para ser nombrado rey.
— Ya te he dicho que no me importa ser rey, es tener que lidiar con esos Alfas arrogantes e insoportables, no tengo la paciencia para ellos.
Dijo el imponente lobo con desdén, no podía importarle menos el reinado, de llegar al trono, muchos Alfas que llevaban de mala forma sus manadas, haciendo padecer a su gente, los eliminaría apenas fuera nombrado gobernante del mundo de los licántropos.
— Ahhh... De todas formas tendremos que recibirlos, y también a los doctores que vendrán a dar conferencias de diferentes especialidades.
El Alfa gruñó, detestaba los eventos sociales, pero cumpliría en memoria de su padre adoptivo que había hecho tanto por él y por sus hermanos.
(...)
En el hospital había quedado en el aire la pregunta de la ginecóloga, si su amiga decidía que quería interrumpir el embarazo, ella se encargaría de todo.
— ¿Qué dices? Soy pediatra porque amo a los bebés, jamás me atrevería a hacerle daño a mi propio hijo, lo tendré y voy a amarlo tanto como pueda.
— No esperaba menos de ti, Elizabeth, sé cuan grande es tu corazón, recibiremos a mi sobrino con todo el amor que se merece. Por ahora el embarazo va bien, así que tienes mi autorización para volar a Italia a representar al hospital en la convención.
— ¡Demonios, la convención! Prometí al director que iría... Honestamente no tengo ánimos de viajar, necesito resolver mi situación con respecto al matrimonio con Nicolai.
— Eso dejaselo a tu abogado, que él lo resuelva, tu ve a ese hermoso país y haz lo que sabes hacer. Eres la mejor pediatra del mundo.
— Exageras, son como cualquier especialista.
— ¡Mujer, eres increíble, los padres vienen de diferentes países para que operes a sus hijos! ¿Eso que te dice, eh? Eres fabulosa en tu rama, solo que... Tendrás que salir esta misma noche hacia Italia.
— ¡¿Hoy?! ¡Tú si que sabes ser sutil con las noticias, es muy poco tiempo para prepararme, ni siquiera sé cuánto tiempo estaría allá! Ahhh... Esta bien, iré a casa a hacer la maleta.
— Así se habla, sal a aventurarte al mundo, vive, te la has pasado estudiando sin parar, te lo mereces...
Esa misma noche, Elizabeth hizo maletas y salió al aeropuerto rumbo a su destino, ella pensaba que solamente estaría de trabajo, pero la vida opinaba diferente.
— Bebé, es mamá, no tengo idea de quién es tu padre, pero puedes estar seguro de que yo te voy a amar muchísimo. — Elizabeth pasaba su mano por su vientre, esperando que esa caricia le llegara a su hijo.
La doctora se quedó dormida, debía descansar porque al día siguiente apenas llegaron al hotel, se preparía para la inauguración de la celebración del aniversario del hospital.
(...)
— Alfa, el coche ya lo espera, Podrá desayunar antes de inaugurar el evento.
— Pero que cara de pocos amigos tienes hoy, parece que vas obligado al evento. — El beta Antonino se acercaba a su Alfa para partir con el en el coche.
— No parece. — Respondió el ojiverde, en realidad no estoy de humor para celebrar nada, además mi lobo está muy inquieto, no sé si es porque le hace falta que lo deje correr por el bosque de nuestra manada, o si es por algo que va a suceder.
— Demian no se pone intranquilo solo porque sí, deberías poner atención en eso, no vaya a ser que recibamos un ataque sorpresa.
— Eso no me extrañaría, pero se supone que Emiliano y Massimo, lo tienen todo previsto y controlado.
— Entonces vámonos ya. Tú debes estar en el hospital antes que nadie, esa es la costumbre.
En ese momento, la bella pediatra también salía del hotel vestida en un elegante traje femenino de diseñador, por supuesto que también llevaba la bata blanca enrollada en su antebrazo para ponérsela apenas llegará al hospital.
Mientras el taxi avanzaba, ella miraba las calles al pasar, se podía respirar un aire diferente, y por fin pudo sentir un poco de tranquilidad. Lo que bastante falta le hacía desde que su vida personal se había convertido en un completo caos.
Apenas bajó del vehículo, su viejo amigo Carlo Corlioni, la recibió. El era el ginecólogo en jefe del hospital Sant. Maurissio.
— ¡Bienvenida a Italia bella Elizabeth! Es un honor tenerte con nosotros aquí, vamos pasemos al salón de eventos, el dueño del hospital ya está a punto de inaugurar el congreso...