!Es mi cachorro!

En una habitación privada, el Alfa permanecía con sus hermanos, todos ellos vestidos en trajes hechos a medida, elegantes, atractivos, astutos, su rostro podía ser el de un Adonis, pero eran peligrosos, sanguinarios, fríos, con una nula compasión hacia sus enemigos.

— Por las cámaras se puede ver qué los Alfas están llegando, sin duda querrán verte al terminar la inauguración, Damiano, Hay demasiado en juego esta vez, las elecciones para elegir al gobernante de los lobos de todo el mundo se acercan cada vez más.

— Así es Massimo, pero eso Damiano no parece comprenderlo, ni siquiera se ha molestado en cumplir con los requisitos que se necesitan para participar en la contienda, su arrogancia no le permite ver que si el nuevo rey se pone en nuestra contra, tendrá todo el poder para destruirnos, y con ello también el negocio.

Escuchar que el negocio se podía poner en peligro, fue lo que hizo reaccionar al Alfa, no podía permitir que el trabajo de su padre adoptivo se fuera al carajo por culpa del Alfa rey.

— Ahh... Esta bien, ¿Cuáles son esos requisitos? Los cumpliré, pero solo será para participar en las elecciones y por supuesto... Ganar.

— Bien, ya era hora de que lo entendieras, lo primero que tienes que hacer es buscar una prometida en nuestra manada, que sea de familia de alto rango, que sea fuerte, y bella, ella será a quien conviertas en tu luna.

— Emiliano, pero que pasará si alguna vez la verdadera luna de Damiano se presenta, si ella llega, su lugar ya estará ocupado, y nuestro hermano sin su pareja destinada estará destinado a ser infeliz por toda la eternidad. — Massimo hacía una pregunta importante.

— Por el momento no tenemos más opciones, además Damiano está maldito, aunque encuentre a su luna de todas formas no lo sabría, y como Alfa, no queda más que... Se sacrifique por la manada. El debe casarse a la brevedad posible.

— Damiano, ¿Tienes idea de a quien elegirás para hacerla tu luna? — Massimo preguntó.

— No, no tengo la más mínima idea, como todos saben, no tengo novia, ni interés en tenerla.

— Entonces elije a Paulina Ferrineli, la hija de los deltas, ellos son de familia acomodada, son fuertes, son leales al reino, ella cumple con todos los requisitos, no me vas a negar que es muy bella, y ya tuviste tus queberes con ella en el pasado. No te hagas el santo.

El Alfa recordó esa fugaz relación de cama que tuvo con la bella delta de cabellos rojos oscuros, sin duda era muy bella, sensual, sus curvas eran perfectas y sabía todo sobre su mundo, era ideal para hacerla su luna, pero... Había algo dentro de él que rechazaba la idea, una voz que se oponía a esa unión.

— Veremos ese asunto apenas regresemos a la manada, avisa a los deltas que vayan preparando la fiesta de compromiso, pediré la mano de esa delta en matrimonio, todo sea por el bienestar de la amada.

Cuando hubo un poco de silencio, el beta Antonino se acercó a su Alfa.

— ¿Sigues intranquilo, Cierto? No es para menos, vamos a estar rodeados de poderosos Alfas que te consideran un fuerte rival en caso de entrar a la contienda, saben que de ser así, será muy difícil vencerte, no cualquiera tiene tus habilidades de guerrero, tu temple, integridad y honor.

— Pero no es solo eso, mi lobo no se está quieto, camina de un lado a otro, parece que quisiera salir a buscar algo. — El Alfa no imaginaba como cambiaría su vida dentro de poco tiempo, y que esa era la razón de su inquietud.

— Bueno, pronto lo podrás dejar salir a correr en el vasto bosque del territorio Dark Moon. Ahora vamos, ya llegó el momento de que salgas a dar tu discurso, ¿Lo ensayaste?

El imponente lobo solo le dió una fría mirada a su amigo y beta, él no necesitaba ensañar nada.

El salón ya estaba lleno, los poderosos Alfas que se hacían pasar por inversores del enorme hospital de primer nivel. Se encontraba en una parte apartada, su porte y elegancia se notaban demasiado. Todos ellos eran atractivos, la diosa luna había privilegiado a sus hijos con cuerpos perfectos.

Los doctores de diferentes especialidades y nacionalidades se encontraban casi en la parte de enfrente, para ellos serían dirigidas las palabras del señor Gambino, el actual dueño del hospital.

— Ya está llegando...

Se escuchaba Murmuraba a los médicos, los que trabajaban de planta en el hospital si lo conocían, lo habían visto venir de vez en cuando a verificar que todo marchaba como reloj, el hombre no toleraba las fallas, todos ahí sabían que era bastante estricto.

— ¡Damas y caballeros! — Anunciaba el director del hospital. — ¡Recibamos al hombre que ha hecho posible que podamos salvar vidas con tecnología de punta, el señor Damiano Gambino!

Los aplausos no se hicieron esperar, molestando el fino oído del Alfa. — Lo que lo llevó a detenerlos haciendo un movimiento de manos.

— Como todos saben estoy aqui en nombre de mi padre, continuamos con su legado para que lo que él un día soñó, continúe. Es por eso que hemos invitado a los mejores especialistas extranjeros para que compartan sus conocimientos con nosotros y podamos dar una mejor atención a los pacientes del hospital Sant. Maurissio.

— ¡Vamos Elizabeth, el señor Gambino ya está dando su discurso... apresuremos a sentarnos!

La bella platinada entraba vestida en ese hermoso vestido de diseñador, tacones altos, y su bata de pediatra en la mano.

La mirada verde del imponente Alfa se fijo en ella, se podía pensar que era por su gran belleza, pero solo el lobo sabía el porqué.

De pronto, y sin que nadie lo esperara, el apuesto licántropo cerró los ojos y respiró tan profundo como pudo.

Fue al abrir sus profundos y penetrantes ojos verdes, que dijo.

— ¡Es mi cachorro!

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