Construí este castillo para cuando mi luna llegue.
El Alfa había dejado claro que no andaba por ahí haciendo milagros, mucho menos en el mundo de los humanos donde había tanta maldad.
No es que todos fueran malos, pero si que algunos causaban daño, y lastimaban a sus propios hermanos solo por el gusto de hacerlo.
Pronto llegaron hasta un camino de piso en color azul, a los lados tenían detalles y decorados cafés, conducía a la puerta principal que estaba decorada en grabados de oro, diamantes y esmeraldas.
El Alfa bajó y le extendió su mano a Elizabeth, ella la tomó y también salió, pero con la mirada perdida en el esplendor del lugar.
— Ven conmigo, entremos.
Una vez que atravesaron el umbral, al menos una docena de sirvientes con el uniforme impecable, ya estaban en linea de lado derecho y de lado izquierdo, ya esperaban para recibir a su rey.
— Bienvenido Alfa, por fin está de nuevo en el castillo. — El mayordomo Pedro, se escuchó hablar por todo el personal, había mucho más pero ellos estaban trabajando en los di