El esplendor del castillo Gambino.
El Alfa podía ver el miedo de Elizabeth en sus pupilas estrelladas, ella quería proteger la vida del bebé, lo amaba, al igual que él también lo amaba, solo que como rey de una prospera manada, y líder de una poderosa mafia, tenía muchas responsabilidades que no podía dejar de lado.
El imponente lobo estaba tratando de cumplir con todo, y al mismo tiempo era más complicado hacerlo que decirlo.
— Esperemos que nadie se atreva a intentar tocar a mi hijo, eso por su bien, porque de ser así entonces conocerían mi furia, y yo no tengo compasión por quien quiera derramar la sangre de los míos.
A Elizabeth se le secó la garganta, le tranquilizaba saber que en verdad el lobo haría todo lo posible por cuidar de ellos y protegerlos, pero no dejaban de ser aterradoras sus palabras, y es que a decir verdad, en su mundo asesinar era castigado, un crimen imperdonable, pero para los licántropos significaba defender su vida y la vida de los suyos.
— No me mires así, nadie dijo que este mund