Amelia volvió sobre sus pasos, todavía en forma de loba, moviéndose entre los árboles como un destello plateado. El combate seguía resonando en cada músculo, la sangre exiliada impregnada en su pelaje, el eco del vínculo latiendo todavía en su pecho como un golpe sordo.
Astrynn estaba inquieta dentro de ella.
Regresa a él, murmuraba, un impulso animal, primitivo, imposible de ignorar del todo.
Pero Amelia apretó los dientes, deteniendo ese instinto.
No. Tenía que volver. Tenía que demostrar que estaba bien.
Tenía que enfrentar a Dorian.
El sendero hacia el refugio brillaba bajo la luna como una guía, como si Selene misma la llevara de la nuca.
Cuando por fin llegó a las cercanías del límite de seguridad, tomó aire profundamente… y forzó la transformación.
El dolor del cambio fue más rápido que en el ritual, pero igual de punzante. Sus huesos se reacomodaron, el pelaje se replegó, sus sentidos se hicieron más humanos. Cuando la luz se disipó, estaba de rodillas en la tierra húmeda, ja