capítulo 18

Aztrid regresó al caer la tarde, cruzando el patio como si el mundo entero le debiera una explicación por cada día que estuvo fuera. Su paso era firme, casi agresivo; el tipo de firmeza que usaba cuando quería que todos giraran a verla.

Pero ese día… nadie lo hizo.

Solo Kael y yo permanecíamos en el patio exterior, afilando armas para la guardia nocturna.

Aztrid se detuvo frente a nosotros. Esperó. Respiró. Enderezó la espalda como si fuera a anunciar algo importante.

Nada.

Kael siguió afilando su cuchillo.

Yo ni siquiera levanté la vista.

—¿Así me reciben? —gruñó Aztrid con esa voz que usaba cuando se sentía superior.

Kael respondió sin inmutarse:

—Estamos ocupados.

Esa simple frase lo golpeó más fuerte que cualquier puñetazo.

Vi cómo los ojos de Aztrid se oscurecieron. Ese tipo de silencio en él… era peor que un ataque. Él siempre gritaba, ordenaba, pateaba, insultaba. Pero ahora…

Ahora estaba tragándose algo muy grande.

Y eso nunca era buena señal.

Al final, giró sobre sus talones
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