Por fin logré enterarme de todo. Kael, con su mirada grave y su voz contenida, me contó lo que había sucedido.

—Aztrid no pudo soportar la humillación de que te llevaran a la enfermería ni la reprimenda que le dio su padre —explicó—. Así que descargó su furia sobre la más débil: Lilith. La acusó de insubordinación y la mandó castigar. Pero… no fue un castigo común.

Mis manos se apretaron en puños al escuchar los detalles. No usaron la tabla convencional para disciplinas menores. Usaron un látigo de cuero, el mismo que se emplea con los lobos adultos. Lilith —que, igual que yo, aún no puede transformarse— sintió cada golpe con la vulnerabilidad de un cuerpo humano. Las heridas, me dijo Kael, eran profundas y dolorosas.

—¿Y qué tiene que ver esto con Aztrid? —pregunté, incapaz de creer tal crueldad.

—Todo —respondió Kael—. Porque Azura, la amiga de Lilith, no se quedó callada. Fue directamente con Rod y le contó todo. No solo el castigo injusto… sino los maltratos constantes.

Rod, actua