Zane
El amanecer apenas se asomaba por las montañas cuando Zane ya estaba de pie en la sala de estrategia. Los mapas del territorio se extendían sobre la mesa de roble, marcados con símbolos que representaban las posiciones enemigas, los puntos débiles de su defensa y las rutas de escape. Sus dedos recorrían las líneas fronterizas mientras su mente calculaba cada posible escenario.
El peso de la responsabilidad se sentía como una montaña sobre sus hombros. No era solo la guerra inminente lo que lo mantenía despierto noche tras noche, sino el miedo visceral que se había instalado en su pecho desde que Luna había entrado en su vida. Un miedo que nunca antes había experimentado: el terror a perder algo más valioso que su propio territorio o su vida.
—Los exploradores han regresado —anunció Marcus desde la puerta, interrumpiendo sus pensamientos—. La manada de Víctor ha recibido refuerzos del norte. Calculamos que ahora son casi el doble de nuestras fuerzas.
Zane mantuvo su expresión impa