Ángel caminaba bajo el cielo gris, como si el peso de sus propios pensamientos lo arrastrara hacia el abismo.
El cielo parecía estar sin luna, sin luz, sin esperanza. El, en su profunda desesperación, sentía que su alma también se oscurecía, que la calma que alguna vez había tenido en su vida se evaporaba por completo. Cuando Paola lo alcanzó en su caminata errante, ya estaba seguro de que todo lo que había intentado, todos los sacrificios, todas las horas de dolor, no habían sido suficientes. Coromoto nunca lo creería, su corazón ya estaba marcado por el rencor, por las dudas, por las palabras hirientes que se habían dicho entre ellos. Ella había decidido marcharse, y él... él simplemente ya no podía luchar más contra eso. Paola lo miró con una mezcla de tristeza y comprensión en sus ojos. Sabía lo que sentía, lo conocía demasiado bien Pero, esta vez, las palabras que iba a decirle cambiarían a