La mañana amaneció gris, con una bruma persistente que parecía arrastrar en el viento los suspiros de quienes no habían podido dormir.
Coromoto era una de esas almas inquietas. Había pasado la noche en vela, abrazada por una mezcla amarga de rabia, tristeza y confusión, las palabras que le había dicho a Ángel retumbaban en su mente como ecos en una habitación vacía y su corazón no encontraba paz.
"¿Y si estaba equivocada?"
Apenas los primeros rayos apagados de luz cruzaron su ventana, su teléfono vibró.
Era un mensaje, su estómago se contrajo.
Lo abrió con manos temblorosas.
Era de William.
“Coromoto, ¿puedes explicarme qué está pasando? otra vez me están llegando mensajes desde una cuenta "falsa" ,continúan Insinuando cosas horribles. Estoy harto. ¿Qué está pasando? ¿Hasta cuándo debo aguantar que tu aventura me atormente?”
El corazón de Coromoto dio un vuelco.
No era Ángel, no esta vez. Las mismas cuentas que antes la acosaban, ahora estaban afectando a William.