Ángel se quedó allí, en ese pequeño café, con la mente agitada por todo lo que Paola le estaba contando.
No podía dejar de pensar en Coromoto y en cómo había sido capaz de tomar decisiones tan difíciles sin siquiera darle la oportunidad de comprender por completo lo que estaba sucediendo. Ahora todo parecía más claro, pero también más doloroso.Paola observó a Ángel, sabiendo que aún había más en su corazón que no había logrado expresar. Su mirada no dejaba de ser seria, cargada de compasión, pero también de una profunda preocupación por lo que Ángel pudiera estar sintiendo en ese momento.—¿Te duele lo que acabas de escuchar, verdad? —preguntó Paola con voz suave, pero firme. Sabía que la verdad podía ser un golpe duro, y que Ángel estaba procesando una gran cantidad de información en ese preciso instante.Ángel asintió, pero no dijo nada al principio. En cambio, observó su café, las galletas, y cómo todo parecía tan normal en el exterior, pero dentr