Ángel y Paola caminaron en dirección a un pequeño café del centro. Un lugar, acogedor y lleno de la calidez que tal vez ambos necesitaban.
Paola había aceptado la invitación de Ángel de un café sin dudarlo, y a pesar de saber que la situación era demasiado tensa, la conversación era algo que los dos sabían debían tener. La idea de abrir un espacio para la verdad, para las sombras del pasado, se sentía más urgente que nunca. Ángel sabía que, por mucho que intentara escapar de esa realidad, el dolor seguía ahí, a la espera de ser enfrentado. Cuando entraron al café, el aroma familiar de los granos recién molidos le dio una sensación de confort, un respiro en medio de la tormenta emocional en la que se encontraba. Se dirigieron hacia la mesa que los esperaba en una esquina del local. Paola lo miró con una leve sonrisa que no lograba ocultar la seriedad que cargaba en su mirada. Ángel, tomó asiento frente a ella, con un