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CAPITULO 28: La despedida

El tiempo había pasado rápido, como una película que se proyecta en alta velocidad, haciendo que Coromoto no tuviera oportunidad de procesar del todo lo que había estado sucediendo en los últimos dias.

Todo parecía estar en constante movimiento, y ella, atrapada en el torbellino de sus propios miedos y decisiones, no encontraba un lugar donde poder detenerse.

La relación con Ángel había sido un refugio durante todos estos meses, una esperanza, una chispa de lo que podría haber sido una vida diferente. Pero esa vida no era tan fácil de alcanzar, no mientras estuviera atada a su matrimonio con William.

La mañana de ese 30 de enero comenzó como cualquier otra, pero algo en el aire le decía a Coromoto que ese día sería distinto.

El sol, a través de las cortinas, se colaba tímidamente en la habitación, como si estuviera tratando de iluminar su corazón, pero ella sabía que ese brillo no sería suficiente para alejar la oscuridad que sentía dentro de ella.

La decisión seguía ahí, grabada en su mente como un eco que la atormentaba: "no podía abandonar a William" A pesar de los gritos, a pesar de los golpes físicos y emocionales, a pesar de vivir en una mentira, sentía que su obligación como madre, y su miedo a perder a sus hijos, la ataban a él.

La idea de enfrentarse a las consecuencias de un rompimiento con William eran más grandes que su amor por Ángel, en ese momento La balanza no estaba equilibrada.

¿Qué haría William si lo dejara? ¿Cómo le explicaría a sus hijos? ¿Y si William se convertía en algo mucho peor? —se preguntaba— Y entonces, el miedo ganaba, como siempre lo hacía.

Ella sabía que su amor por Ángel era genuino, pero su responsabilidad como madre, su miedo al rechazo por parte de ellos, incluso a una futura violencia, eran más grandes.

El amor no siempre podía ser la respuesta, al menos no en este momento.

Coromoto había decidido seguir con su vida, con su vida con William, aunque su corazón le gritara que la única forma de encontrar paz sería escapar hacia Ángel. Pero la realidad, esa que golpea con la dureza de un martillo, la mantenía cautiva, atrapada en una jaula de decisiones, con las llaves dentro de ella misma.

Esa mañana, Coromoto se vistió con rapidez.

Los pensamientos seguían como sombras en su mente, pero las palabras de Ángel resonaban con fuerza.

¿Qué pasaría si tomaba la decisión de huir, de cambiar su vida? ¿Sería capaz de hacerlo? ¿O seguiría atrapada, sin fuerzas para liberarse?

Decidió no escribirle a Ángel, no llamarlo. No quería causarle más dolor.

No quería que él la viera como una cobarde, pero tampoco quería que su ausencia lo llenara de preguntas sin respuestas. A veces, el amor no es suficiente para superar los miedos.

Coromoto salió de su casa esa mañana.

No estaba segura de ¿por qué no le dijo un adiós a Ángel,? ¿por qué no le dejó un mensaje?.

Tal vez no encontraba las palabras adecuadas, Quizás su miedo le había robado la oportunidad de despedirse, Quizás en su corazón, ya lo había decidido.

no podía seguir con esa vida, pero no se atrevió a dar el paso. En ese momento, ella no lo sabía, pero algo dentro de ella había decidido desaparecer, alejarse sin dejar rastro de Ángel.

Durante todo ese día, Ángel intentó comunicarse con ella.

Le mandó mensajes, la llamó en varias ocasiones, pero Coromoto nunca contestó. A medida que las horas pasaban, el temor de Ángel se transformaba en desesperación.

Su corazón le decía que algo no estaba bien, pero no sabía ¿qué?.

No podía comprender ¿por qué Coromoto se había alejado de él de esa manera?.

El sol se escondió esa tarde, y la noche llegó sin noticias.

Ángel, devastado, no pudo evitar la angustia que lo consumía.

El vacío en su pecho no hacía más que crecer, y las dudas lo atormentaban. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué Coromoto había decidido irse sin explicaciones?

Su amor por ella se había hecho tan grande que la ausencia de ella lo estaba ahogando, como si le hubieran arrancado un pedazo de sí mismo.

Coromoto al otro día no llegó a trabajar, ninguno de los colegas en el hospital ,ni sus amigas tenían una respuesta para darle, Sus mensajes se quedaron sin respuesta, y las llamadas a su número fueron en vano.

No podía entender ¿qué había ocurrido?. No sabía ¿por qué se había ido, ni qué la había impulsado a desaparecer así, sin decir nada?

Los días se convirtieron en semanas, y Ángel se encontró perdido.

Sin Coromoto, su mundo ya no tenía color, ya no tenía rumbo. Cada rincón de su vida parecía vaciarse de significado. Sin ella, los rincones que habían compartido no eran más que una estructura vacía, un eco de lo que había sido un amor verdadero.

Las dudas comenzaron a acumularse en su corazón.

ya no sabía como manejar la angustia la incertidumbre de no saber si todo seguiría en pie.

La tristeza lo abrazó por completo, y la idea de que algo fatal había ocurrido se instaló en su corazón.

Coromoto desapareció, no porque quisiera dejar todo atrás, sino porque en algún rincón de su alma sintió que no podía enfrentarse a las consecuencias de su amor por Ángel, ni a la responsabilidad de su familia. A veces, la mente actúa de maneras que el corazón no entiende, y Coromoto se convirtió en prisionera de su propia decisión.

Ángel la buscó incansablemente, pero nunca la encontró.

Nadie pudo darle respuestas o quizás nadie quería dársela.

La desaparición de Coromoto fue un misterio, una grieta que no pudo sanar. Y aunque la esperanza de un futuro con ella seguía en su mente, el destino, con sus extraños giros, ya había decidido que esa historia no tendría un final feliz.

Coromoto se había ido, y con su partida, también se desvaneció la última esperanza de Ángel.

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