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CAPITULO 12: Paola conoce a Ángel

El sol de la tarde caía suavemente sobre la ciudad, iluminando las calles tranquilas que rodeaban la casa de Coromoto Ese día, no solo Ángel había hecho una nueva amiga en Patricia, sino también en Paola.

Cuando se cruzaron por primera vez, no fue necesario dijera nada.

Patricia, con su característico modo de ser, era probable que ya le había dicho no solo que había hablado de Ángel, sino que seguramente le había contado todo lo que debía saber. Sin embargo, el nerviosismo de él seguía palpable mientras se encontraba frente a Paola.

 

La señora lo observaba con detenimiento, buscando alguna señal, algún detalle que pudiera confirmar sus intuiciones.

 

—¿Te incomoda que te observe? —preguntó Paola, rompiendo el silencio con una sonrisa amigable, pero algo desafiante en su mirada.

 

Ángel, un tanto sorprendido, se encogió de hombros. —No… es solo que no estoy acostumbrado a que me miren tan fijamente.

 

Paola asintió lentamente, como si estuviera evaluando cada palabra que Ángel decía. —No es que te esté evaluando —dijo, con tono calmado—, pero Coromoto es muy especial para mí, y si vas a formar parte de su vida, quiero asegurarme de que seas alguien que la valore.

 

Ángel la miró, sintiendo el peso de sus palabras, y aunque su nerviosismo persistía, intentó relajarse. —Lo soy, de verdad. Coromoto… significa mucho para mí.

 

Paola lo observó durante un momento, como si buscara algo más allá de las palabras. Luego, se cruzó de brazos y sonrió. —Eso está claro. Coromoto tiene una manera especial de hacer que las personas se abran, y parece que tú no eres la excepción.

 

Coromoto, que hasta ese momento había estado callada, aprovechó la oportunidad para intervenir. —¡Paola, ya basta de examinar a Ángel! —dijo riendo—. Estás siendo más dura que un juez.

 

Paola soltó una carcajada. —Lo sé, lo sé, pero es mi trabajo como amiga. Alguien tiene que hacerlo ¿o no?

 

Ángel rió con ellas, aliviado por la ligereza del momento. Paola lo miró entonces, esta vez con una expresión más suave. —No te preocupes, no soy tan mala, aunque Coromoto seguro te debe haber contado historias mías que hacen parecer lo contrario.

 

Ángel levantó las cejas, curioso. — Coromoto me ha contado algunas cosas, sí.

 

—¡Ah, no me extraña! —Paola intervino rápidamente—. ¡A veces siento que soy una especie de hermana mayor para ella! Aunque, si te soy sincera, yo siempre he sido la rebelde, la que hace todo lo contrario a lo que se espera.

 

Ángel sonrió ante la confesión. —A veces me gusta ser un poco rebelde, también.

 

Coromoto los observó y dijo —Es cierto. Ángel tiene su lado travieso—murmuró entre una risa traviesa— Pero, ¿saben qué? Yo siempre he creído que los dos tienen algo en común, aunque no lo sepan aún.

 

Paola la miró con una sonrisa juguetona. —¡Oh, no! ¿Ahora quieres compararnos?

 

Coromoto asintió con complicidad. —Claro que sí. Ambos tienen esa manera de ocultar en parte  lo que realmente piensan. Es como un superpoder, pero me hace preguntarme ¿hasta qué punto se permiten ser vulnerables?.

 

Ángel se sintió observado nuevamente, pero esta vez con una sensación extraña: en lugar de sentirse juzgado, sentía que estaba siendo aceptado. Paola lo miró de nuevo, esta vez con una mirada cálida.

 

—Sabes, no tienes que esconderte. Si Coromoto confía en ti, yo también lo haré. No soy de las que se andan con rodeos, así que no voy a esperar que me cuentes tu vida… pero si alguna vez necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme.

 

Ángel, tocado por sus palabras, asintió. —Gracias, Paola. Lo aprecio mucho.

 

La conversación siguió con más risas y bromas, mientras los tres caminaban hacia la esquina cercana a la casa de Coromoto. La tarde continuó su marcha tranquila, con las horas deslizándose entre ellos sin que se dieran cuenta.

 

Sin embargo, la realidad siempre está presente, y lamentablemente, el tiempo en compañía de Coromoto no era eterno.

Ella debía regresar a su hogar, a ese escenario familiar donde debía seguir interpretando su papel de esposa y madre en un mundo que a veces parecía demasiado pequeño para contener sus deseos y sentimientos.

Coromoto se despidió de Ángel con un beso apasionado.

 

—Nos vemos mañana, ¿vale? —le susurró, dejando un destello en sus ojos que hacía que Ángel se sintiera más cerca de ella que nunca.

 

Paola se despidió también, con una sonrisa cómplice. —Cuídate, Ángel. Ya veremos qué más nos depara este enredo, ¿eh?

 

Ángel se quedó allí, en esa esquina, observando cómo se alejaban, esperando que fuera pronto mañana para volverla a ver.

 

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