43.
El primer signo de conciencia fue un dolor lacerante en la parte posterior de mi cabeza. Intenté abrir los ojos, pero una venda áspera me lo impedía. Sentí un zumbido sordo que pronto se hizo ruido de motor.
De repente, la venda fue arrancada con un tirón brutal.
Una fuerte iluminación me mareó, encandilándome tras largas horas que permanecí a oscuras. La luz artificial era tan intensa que mi estómago se revolvió. Parpadeé frenéticamente, intentando enfocar.
Sentí el calor pegajoso y húmedo recorrerme la nuca, no necesitaba ser una experta para darme cuenta que era la sangre resultado del golpe que me había desmayado.
Logré distinguir figuras borrosas. Varios hombres enmascarados, con pasamontañas negros. Uno conducía y el otro me vigilaba desde el asiento delantero, los dos de atrás estaban a mis costados evitando mi escape. El motor era ruidoso y constante, y pronto comprendí que estaba atada e íbamos en un auto. Mis manos estaban atadas a la espalda, y sentía la presión de una cuer